PINCHANDO EN RELATOS 1,2,3,4,5 SE DESPLEGARÁ VARIOS TÍTULOS DE VARIOS RELATOS
UN DISPARO EN LA CABEZA
Como cada día, durante el último año, Mateo desayunaba en la misma esquina de la barra del bar.
—Buenos días a todos. Un café cortado, media tostada y un vaso de agua, por favor, y gracias.
Todos los días y en ese orden pedía su desayuno. Como si fuera una frase hecha, Mateo repetía todos los días la misma frase, aunque los camareros ya le tuviesen preparado el desayuno nada más verlo cruzar la calle. Mateo Antes de subirse al taburete ya tenía el dinero en la mano, siempre en monedas y siempre el dinero justo. Era todo un entretenimiento, ver como siempre hacía lo mismo. A mí me encantaba verlo en la puerta mientras fumaba. Me gustaba ver como sacaba del bolsillo, aquella cajita de hojalata con sus cigarrillos bien ordenados. Allí, parado en el marco de la puerta, se fumaba un cigarrillo que encendía con cerillas pequeñas de cera, de aquellas que usaba mi abuela. Como si fuese su momento de relax ,disfrutaba con cada calada, y se quedaba embobado viendo cómo se desvanecía el humo.
Pero hoy había algo diferente en él. Se había sentado en una mesa y aunque no podía verle, sentía el tintineo de sus
zapatos contra el suelo, los movimientos rápidos con la cucharita dentro de la taza y el cruzar de sus piernas una y otra vez.
_¡Aquí le traigo su tila, señor! Dijo el camarero.
¡Algo pasaba! Sin apenas terminarse la tila, se levantó hacia la puerta. Al pasar por mi lado me fijé que su camisa estaba empapada y por su frente se deslizaban las gotas de sudor como si compitiesen entre ellas en una carrera hasta llegar a las mejillas. Sus ojos se movían de lado a lado sin mover la cabeza para intentar disimular mientras buscaba algo, o a alguien. Busqué su silueta entre el marco de la puerta y el entrar y salir de la gente. Mi mirada se cruzó varias veces con la suya, pero no vi la sonrisa que siempre me dedicaba, antes de irse. No sonreía como otras veces esperando que yo le dedicase otra sonrisa. Me fijé, que su mano derecha le temblaba, mientras su mano izquierda la apretaba para intentar calmar el temblor. Volvió a entrar al bar, su cara estaba tensa, sus ojos casi no pestañeaban y su cabeza mirada de un lado a otro con movimientos cortos y rápidos. Su mirada se paró en una mesa del fondo… Sus ojos se detuvieron en una chica detrás de mí. Allí estaba ella, que nada más verlo se puso de pie.
_¡No me montes un numerito Mateo! Le gritó la chica con voz firme.
Mateo metió la mano derecha en el bolsillo y sacó un arma, estiró su brazo y le apuntó a la cabeza. Todos en el bar salieron despavoridos, yo me quedé paralizada como hipnotizada por aquella arma. Aquella muchacha estaba a escasos metros de mí, y temía que si me movía me disparase. Mateo tenía el dedo índice en el gatillo, un solo movimiento y dispararía.
Ella seguía hablándole intentando convencerlo, pero Mateo tenía la cara desencajada y la mirada perdida, había tomado una decisión y estaba dispuesto a cumplirla. Ella sabía que no lo estaba escuchando.
Me quedé inmóvil, y con la mirada fija en aquel cañón. Su mano temblaba, no creo que fuese capaz de dispaaaaa….¡BANG! ¡BANG! Escuché como el percutor golpeaba el cartucho, y una nube de humo envolvía la mano de Mateo. No podría decir que llegó antes a mí, si ese ruido como de un trueno rompiendo el cielo, o ese olor azufrado, como a huevos podridos. El proyectil pasó delante de mí en línea recta, tan rápido, que solo pude apreciar como una corriente de aire, que chillaba a su paso.
Por un breve instante y me imagino que fue un acto reflejo, cerré los ojos cuando la bala se dirigía en mi trayectoria. Rezé todo lo que pude. Un sonido rápido, seco, como si un tren AVE a todo gas, sentí que pasaba a mi lado. Apreté mis ojos todo lo fuerte que pude, como si al apretarlos, un disparo doliese menos. Cayó sobre mí un líquido en forma de lluvia que hizo que abriese los ojos. Varias botellas se rompieron detrás de mí. Cuando abrí los ojos, Mateo seguía inmóvil, no se había movido y su arma, todavía humeante, seguía apuntando en la misma dirección. Ahora su cara tenía otra expresión por sus mejillas brotaban lágrimas de tristeza.
¡No entendía nada!
Bajó el arma y lentamente su cuerpo se fue relajando, dejó caer el arma y se dirigió a la puerta. A lo lejos se escuchaban sirenas acercándose. Pestañeé varias veces, respiré acelerada y rompí a llorar. No sé bien en qué momento me miré las manos, los brazos, la mesa y el suelo, me llevé la mano a la boca, y quería gritar, pero no me salía la voz de la garganta y mi respiración estaba desordenada, no recordaba cómo se respiraba, me estaba ahogando ¡sangre! Era sangre. Me acordé de la muchacha de atrás, no quería mirar, mi cuerpo temblaba y mi cuello parecía haberse oxidado, pero la busqué con el rabillo del ojo. Las arcadas querían que apartara la vista. ¡DIOS MÍO! Había sangre por todas las paredes y un cuerpo, ensangrentado, tirado en el suelo. Sentí que mi cuerpo se desplomaba lentamente y mis ojos casi cerrados veían muy borroso. Alguien me ayudó a no caer al suelo, mientras me preguntaba, algo que no lograba escuchar. Por el movimiento de sus labios conseguí averiguar lo que me preguntaba antes de desfallecer….
¿Sabe por qué Mateo mató a su hermana?… Gire la cabeza para volver a ver aquel cuerpo, e intentar ver la cara de aquella muchacha, o lo que quedaba de ella. Pero el policía con gesto cariñoso cogió mi barbilla y con voz dulce me dijo:No mires, mejor intenta no retener en tu memoria este momento.
—-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Me llevaron a comisaría, me hicieron varias preguntas. Me preguntaron varias veces las mismas preguntas formuladas de diferentes maneras. La verdad es la verdad, da igual por donde te pregunten. Pero me imagino que será el procedimiento habitual.
_¿Podría irme ya a mi casa agente?
Llevo tres horas sentada en esta silla, con las ropas llenas de sangre que no es mía y me encuentro muy cansada.
_ Está bien, hablaré con mi superior. Cogió el informe y se metió en la oficina de su superior.
Y allí me quedé un rato sola, sentada en la misma silla. Delante de mí, había un escritorio que más bien diría que no se usaba mucho. Un ordenador, un lapicero con dos bolis y un pequeño montoncito de hojas blancas. Las demás mesas parecían más pequeñas, aun siendo todas del mismo tamaño. Torres y torres de carpetas de colores, informes, denuncias, y algún que otro cenicero con colillas. La comisaría era grande, pero el ir y venir de la gente la hacía pequeña. A nadie le extrañó ver a una joven con las ropas llenas de sangre. La verdad es que todos allí tenían pintas extrañas. Un calvo con tatuajes en la cabeza, que gritaba, que lo mataría…(no sé a quién) un tipo grande con barbas, chupa de cuero y falda de brillantes, que quería que lo encerraran con las mujeres… Una mujer exageradamente maquillada y con dos pelucas en la mano, que denunciaba que su vecina le robaba la ropa interior. Y gritos, muchos gritos e insultos.
_¿Señorita?… Disculpe.
Manuela, mi nombre es Manuela Rodríguez.
_ Señorita Manuela, puede irse a su casa, pero si recuerda algo, lo que sea, por favor llámenos. Asentí con la cabeza. Agarre la tarjeta que me ofrecía su mano derecha, y un agente me dejó en la puerta de mi casa.
Tire todas las ropas a la papelera y me metí en la ducha. Frotaba y frotaba, pero el olor a sangre parecía haber traspasado la primera capa de mi piel. Apoyé las palmas de mis manos en la pared mientras el agua corría por mi cuerpo, y al cerrar los ojos volví a revivir todo de nuevo. Lloré, lloré a todo pulmón. Deje que mis pulmones se hinchasen y se deshinchasen mientras mis lágrimas se mezclaban con el agua que caía de la ducha. Me puse mi pijama y preparé un té. Antes de darle un sorbo, el móvil sonó. Era Luis, y seguro con algún lío de faldas, pero hoy no estaba yo para escuchar sus líos. No hacía mucho que conocía a Luis, pero son de esas personas con las que se pilla confianza enseguida. Pero hoy necesitaba estar sola. Me acurruqué en el sofá, tapándome con una vieja manta de mi abuela. Cuando era pequeña me acurrucaba en sus brazos y me tapaba con esta misma manta y me decía por lo bajito, “cuéntale a la mantita que te atormenta mi niña, que yo luego la sacudiré y la nada te volverá a atormentar”y verdad o mentira, a mí me aliviaba. Echaba de menos a mi abuela, que hacía poco que se había muerto de un infarto. Volví a darle un trago al té, ya parecía algo más recompuesta. El móvil volvió a sonar, era Luis, dos llamadas casi seguidas, no era normal, algo pasaba, y descolgué.
_ Manuela, déjame subir, por favor.
Su voz sonaba como rota, pero hoy no estaba para escuchar sus tonterías.
_ Por favor, Manuela llevo un rato abajo.
_ Anda sube. Y mientras subía las escaleras, preparé otra taza de té.
Cuando atravesó el marco de la puerta del salón, me quedé paralizada. Luis tenía los ojos rojos, brillantes por las lágrimas que no cesaban. Los brazos le colgaban, como si no pertenecieran a su cuerpo, ondeaban como una hoja de árbol movida por el viento. En su mano derecha traía la americana arrastrándola por el suelo, y por el color marrón tierra, sabía que al menos un par de horas llevaba andando.
_¿Qué pasa Luis?
_¡Han matado a mi hermana! Manuela, han matado a mi Clarita.
Nos sentamos en el sillón y lo abracé como otras veces, lo había hecho mi abuela.
_¿Es la mantita de tu abuela, verdad? Me preguntó entre lágrimas ¡La echo de menos, sabes! Era tu abuela, pero también la de todos. Siempre nos cubría en nuestras fechorías, y era nuestro consuelo. Y me abrazó fuerte mientras lloraba sin consuelo.
Clara, mi Clarita, me la han matado, repetía por lo bajito una y otra vez.
_¿Quieres contarme qué ha pasado? Solo si te apetece.
No sé bien qué ha pasado, solo que un tipo le ha disparado esta mañana mientras desayunaba. La policía no quiere contarme más.
Mi taza ya vacía, se me escapó de entre los dedos y cayó al suelo. Mi corazón latía tan rápido, que pensé que Luis lo escucharía. Me levanté bruscamente y di paseos por la habitación sin ton ni son. Miré a Luis, tenía los codos en sus rodillas, y la cabeza hundida entre las manos.
_ Tranquilízate Manuela ya no hay nada que hacer. Me dijo.
_ Luis…(Hiperventilé varias veces) Luis yo… (No podía) yo… Luis. Respire hondo, trague saliva. YO VI QUIEN MATÓ A TU HERMANA.
Me clavó la mirada con rabia como si la culpable fuera yo. Me acerqué a él.
Luis, yo estaba presente en el homicidio y vi quién mató a tu hermana.
_¡Quién mató a mi hermana! ¡Dime! ¿Quién? ¡Dímelo! ¡Voy a matarlo con mis propias manos, pronto estará bajo tierra! Gritó.
Me agarró del brazo, me apretó tan fuerte que casi sentía que me partiría el húmero.
_ Suéltame Luis, me haces daño. Le grité. Y como si lo sacara de un mal sueño, me soltó.
_ Perdona Manuela, no quería hacerte daño.
Nos sentamos de nuevo en el sillón. Y empecé a contarle.
No sé, Luis, todo pasó tan rápido. El tipo es verdad que era un poco raro. Siempre vestía igual pantalón oscuro, camisa clara siempre con los zapatos muy relucientes. No hablaba con nadie y siempre dejaba su sitio ordenado, y si de camino algo no estaba derecho lo colocaba. No podía ver las cosas desordenadas. Nunca le vi ningún gesto de agresividad con nadie. Pedía su desayuno, y siempre traía su cucharita y estiraba una servilleta antes de que le pusieran su café. Tenía todo un ritual, que repetía día tras día, pero los clientes ya nos habíamos acostumbrado a verlo. Pero a mí, lo que más llamaba la atención era que cuando salía a fumar, siempre sacaba los cigarrillos de una cajita de hojalata, todos bien ordenados.
_¿Cómo has dicho? Repítelo. Me interrumpió Luis.
_¿Una cajita de hojalata verde casi deformada por el paso del tiempo? Me preguntó.
_ No, dime que no. Mi padre tenía una igual, que desapareció el día de su muerte, aunque sospechamos quién la tenía. Ahora era él quien se paseaba de lado a lado del salón
_¿Qué pasa Luis?
_¿Te acuerdas del viaje organizado que me regalaste a Italia, para que conociera gente nueva?
_¿Pero qué tiene que ver eso con tu hermana?
En el avión conocí a Amira. Una chica que se había peleado con su novio, y necesitaba pensar. Pasamos unos días muy agradables. Ella de vez en cuando se desahogaba y me contaba cosas de su relación. No era feliz al lado de ese hombre. Un día le pregunté por qué no me enseñaba una foto de su pareja. Y me contestó, que era mejor que solo me quedase con lo que ella me contara, no hacía falta ponerle cara. Solo necesitaba que alguien la escuchara. Después de aquel viaje seguimos viéndonos. Sé que estaba mal Manuela, pero nos enamoramos. Un día Clara me preguntó, que porque llevaba esa sonrisa boba en la cara, y como a pesada nadie le ganaba, se lo conté todo. Estaba tan ilusionada que ya se veía llevándome al altar. Se empeñó en que le enseñara una foto de la afortunada. Una dice, tenía miles.
La sonrisa que tenía de oreja a oreja se fue cayendo de su cara. Déjala, me oyes, déjala, olvídala, no puede ser, me oyes, no… no… no…, no. Olvídate de ella.
_¡Rompe esa relación o traerás una desgracia a esta familia!
_¿Me quieres decir que pasa Clara?
_ Luis, el novio de Amira, es Mateo, Tate, tu hermano.
Me obligó, me ordenó, me aconsejo que por favor la dejara, pero no podía Manuela, no podía.
Estaba enamorado de la mujer de mi hermano. Amira rompió con Tate, pero él no lo entendía. En su cabeza no entraba esa ruptura. Lo tenía todo controlado y organizado y eso no estaba en sus planes. Las personas con trastornos compulsivos no controlan lo descontrolable. Pero mi hermana Clara sabía cómo llevarlo. Sabía cómo hacérselo entender. Era un ángel que entendía, y ayudaba a todos. Hace dos días, Clara me llamó, me dijo que Tate estaba muy agresivo y que donde la veía le montaba un numerito. Clara estaba asustada, cada vez que se cruzaban le repetía lo mismo¿Quieres a Luis más que a mí? Clara quería hablar con los dos esa mañana, pero yo no pude ir, no quise ir, no quería enfrentarme a Tate, y dejé a Clara sola, Manuela¡Quería matarnos a los dos! Estoy seguro. Abracé a Luis con todo mi cariño. Mientras lo abrazaba, recordé las veces que Luis ligaba con otras mujeres, y había algo que no me cuadraba.
_ Luis, ¿de verdad no sabías que te estabas ligando a la mujer de tu hermano?
Luis cambió por completo el gesto de su cara, pasó de un hombre hundido por la muerte de su hermana a un gesto socarrón, desafiante y amenazante.
Lo supe incluso antes de aceptar el viaje. Sabía que la impertinente de mi hermana se metería por medio. Me he quitado tres pájaros de un tiro.
_¿Tres? Le pregunté, tragando saliva.
_ Mi querida Manuela, tan ingenua e inocente como tu abuela. Doña Manuelita que poco duro entre mis manos. No tuve ni que esforzarme, a esas edades un infarto es lo más común.
Y el Luis que conocía nada tenía que ver que este hombre que tenía delante. Tenía miedo, y expresé mi miedo con lágrimas. Y pidiéndole a Luis, por favor, que me dejara irme.
_ Tranquila Manuela, casi no te enterarás, dime ¿Estaba rico el té?
Como si unas palabras mágicas dijera, mis ojos empezaban a cerrarse, sentí un sueño pesado que no me dejaba moverme. En un último esfuerzo por escuchar que me decía, escuche.
— Da recuerdos a Amira, y tu abuelita, bye-bye.
Lo último que recuerdo, es su mano, agitándose de lado a lado, diciendo bye-bye Manuela.
Me desperté en un sitio, frío y oscuro. Quise levantarme, pero no podía.
—No te esfuerces Manuelita. Tengo pensado algo mejor para ti. No, no, no me llores, mira, te he traído la manta de tu abuela.
—Era la voz de Luis, pero ese no era el Luis que conocía.
diciembre 2024
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.